OTRA GUERRA MÁS

Allí estaba otra vez, la tercera guerra natural había comenzado, apenas hacía tres meses que había participado en la segunda y un año de la primera en la que me había encontrado en el mismo campo de batalla en el que estaba ahora, pocos quedábamos ya de aquella batalla.
Esta vez había escarmentado, ni siquiera me había interesado por saber quien era el enemigo, como había hecho las otras veces, sólo quería saber como debía diferenciar entre las personas a las que debía disparar y a las que no.
El bando contrario esta vez iba de amarillo, de un chillón amarillo que hacía los blancos fáciles de alcanzar. Nuestro color rojo no era mucho mejor, pero ¿a quién le importaba? Sólo a los pobres que luchábamos en el frente.
Las guerras naturales eran el nombre que se había dado a las luchas originadas entre los países de la "Liga natural" y de la "Organización del medio ambiente". Casi todos los países de lo que quedaba del mundo pertenecían a una u otra organización, aunque ni siquiera lograba recordar que países pertenecían a cada una. El enfrentamiento se había producido inicialmente por un enfrentamiento sobre cual de las dos organizaciones debía reducir más sus emisiones de CO2 a la atmósfera. La causa de la repetición de las guerras no era más que una repetición clónica a la que ya estábamos acostumbrados después de cuatro guerras mundiales, cinco guerras tecnológicas y tres guerras de oro.
Tengo entendido que el mundo aún era un lugar habitable después de las dos primeras guerras mundiales, yo no lo sé. Nací en la pequeña época que separó la tercera y la cuarta guerra mundial, en un país que por aquel entonces se llamaba "Imperio unificado Franco-Español" ignoro si ese nombre se extendía mucho en la noche de los tiempos o el nombre y el territorio que ocupaba era producto de la última guerra. Creo que antiguamente los niños aprendían ese tipo de cosas en el colegio, pero yo no tuve esa oportunidad, la guerra marcaba la forma de vida.
Aquel país no tuvo continuidad, la cuarta guerra mundial lo fraccionó en cuatro estados, uno de ellos inhabitable y otro que se fundió con un estado vecino para formar otro país cuyo nombre no recuerdo y que tampoco tuvo mucha continuidad.
Creo que podría pasarme una hora hablando de las transformaciones entre países que han tenido lugar a lo largo de estos años, pero no serviría de nada, a fin de cuentas las modificaciones volverían a producirse al terminar esta guerra y seguirían produciendose a lo largo de las siguientes guerras.
Algunos aún podían llamar patria a un pedazo de terreno, yo no. A duras penas podía saber donde estaba ahora aquel lugar donde había nacido ¿en qué país?, ¿en que federación? ¿en que organización?. Sólo recibía ordenes, ya no sabía de quién.
Mis padres murieron durante la cuarta guerra mundial, junto a la mitad de la población mundial que había quedado tras la tercera, no los recuerdo, ni siquiera tengo nada que me los pueda recordar, fueron enterrados en una fosa común que ni siquiera estaba en suelo sagrado.
Me eduqué en varios orfanatos, creo que fueron cuatro, porque los edificios eran destruidos en las continuas guerras, obligando al necesario movimiento de los niños que allí nos encontrábamos de un lugar a otro.
La primera vez que supe cual era mi destino, fue en uno de esos orfanatos y yo tenía cinco años. Una psicóloga llegó para hacernos un test y aconsejarnos sobre nuestro futuro de acuerdo a ese test, eso podía haber tenido sentido en otros tiempos, pero en los actuales el único futuro es intentar sobrevivir.
- ¿Que actividades te gusta realizar en tu tiempo libre? - comenzó.
- No lo sé - recuerdo que dije sin comprender muy bien que era aquello del tiempo libre - Acudir al refugio, supongo.
La psicóloga sonrió con la respuesta, pero yo ya no podía cambiarla.
Creo que desde aquel momento tuvo claro cual iba a ser su consejo final, aunque continuó con el test.
- Ya sé que eres muy joven, pero si tuvieras que pensar en ti mismo de mayor ¿cómo te ves?
- Supongo que aún vivo.
- Pero haciendo ¿qué profesión?
- No lo sé, bastante tendré con estar vivo.
- ¿Qué asignatura es la que más te gusta en clase?
Apenas había dado clase y desde luego poco que fuera realmente útil.
- Trabajos manuales.
- ¿Cómo crees que podría la humanidad conseguir vivir en paz?
Dudé, no era para menos.
- Hay que acabar con los señores malos.
No se puede someter a un interrogatorio así a un niño de cinco años.
No recuerdo lógicamente todas las preguntas, si recuerdo en cambio el consejo final.
- Creo que tu futuro te llamará a la lucha por el bien de tu país - ella tampoco parecía tener muy claro a que país debíamos hacer bien - No lo rechaces porque es lo mejor que puedes hacer por todos nosotros.
Mi futuro estaba sellado por tanto, aquel sutil consejo fue en realidad una cruda decisión que yo no tomé. Era una forma de decir que mi futuro era morir en la guerra.
Luego me enteré de que aquel había sido el veredicto para la mayoría de los niños del orfanato, sólo a unos pocos buenos estudiantes se les animó a ser científicos, abogados o escritores.
Aquella postura tomada por una persona subjetiva sobre unos niños de cinco años y que se nos disfrazó de consejo provocó la remodelación de nuestra educación, ahí terminó mi camino hacia una educación normal y comenzó la educación militar.
Sin embargo, a pesar de aquella evidente formación militar no abandonamos el orfanato, aunque aquello se parecía cada vez más a una mezcla intermedia entre cárcel y academia militar, poco a poco casi imperceptiblemente aquellos niños de futuro afortunado fueron siendo evacuados a otros lugares más habitables, por fin sólo quedamos aquellos cuyo futuro estaba sellado.
No sé cuantas guerras pasaron en aquellos tiempos, pero todavía no había llegado mi momento, el tiempo pasó y pronto todo asomo de educación normal desapareció y sólo sobrevivió la educación militar.
La primera guerra en la que participé fue la tercera guerra de oro, apenas un breve tiempo en el que ni siquiera sabía en que me estaba metiendo, seguía viéndolo como aquel juego continuo en el que me habían tenido los últimos años, apenas tomé conciencia de que suponía la sangre, el sufrimiento, ni la muerte.
Fui un héroe después de esa guerra, no conseguía entender por qué, no había hecho nada importante, sólo lo que se me ordenaba, pero aquello me gustaba, me llevaron a presencia del presidente de un país que no conocía y me entregaron una medalla. Alguien dijo que los doscientos condecorados aquel día nos habíamos graduado en la carrera de la guerra, no lo niego pero sigo sin comprender a que se refería.
Una de mis profesoras en aquel colegio-cárcel solía decir también que nos habíamos graduado cada vez que le respondíamos bien a una pregunta, pero aquello parecía ser algo diferente.
Las guerras de oro terminaron, simplemente los países decidieron que ya estaba bien de luchar por el control de las minas de oro, no sé quienes fueron los vencedores ni los vencidos, intenté enterarme, pero nadie suministraba aquella información.
Vivimos un tiempo en relativa paz, había continuos enfrentamientos entre distintos países y organizaciones, pero ninguna declaración de guerra, resultaba obvio hacia donde nos encaminábamos, la duda era únicamente cuanto tiempo tardaría en llegar.
Puede que alguna vez el mundo fuera diferente, puede que pudieras vivir sin temor a que te bombardearan en cualquier momento, sabiendo que pasase lo que pasase tenías un lugar donde vivir, unos ideales, un pueblo, ahora ya no importa nada, sólo el seguir vivo.
No tardaron por tanto mucho en llegar las guerras naturales, la reducción en los niveles de dióxido de carbono que se había convertido en importante tema de discusión cuando empezamos a notar las consecuencias del calentamiento global al derretirse parte del hielo polar, había ido encrespando poco a poco los ánimos y fue la excusa escogida en aquella ocasión.
La primera vez que oí hablar de la siguiente guerra no me sorprendí cuando me lo anunciaron en aquel cuartel en que sin preguntar me habían metido, sin embargo cuando me dijeron quienes estaban en el bando contrario, si me sorprendí, la mayoría habían sido nuestros aliados en las guerras de oro. Pronto habíamos cambiado de aliados. Comprendí que en nuestro deshumanizado mundo, aquello había sido sólo algo meramente circunstancial, encaminado a conseguir unos objetivos y aquello ya no era útil.
Inmediatamente fui al frente, a aquel mismo campo de batalla donde estaba ahora mismo, allí había muerto mucha gente más que morirían.
Seguía sin ver acercarse a los enemigos de momento, los que si se acercaban eran los cámaras, no me quedó más remedio que cumplir con las ordenanzas y enseñar sonriente la publicidad en el pecho de mi uniforme "Beba Coca Cola". Los cámaras continuaron en busca del siguiente soldado.
Alguien me dijo alguna vez que aquella publicidad tenía sentido para una pequeña minoría de gente que no luchaba en las guerras, desconozco si es verdad, para mi no tiene sentido desde luego. Aquella persona también aseguraba que las grandes compañías que nos patrocinaban eran realmente las que controlaban el mundo, quien peleaba, donde y por que, no creo que sea así, a fin de cuentas el que me lo dijo fue condenado a muerte y ejecutado por traición, así que era muy de fiar.
Lo único cierto es que desde que las guerras se habían hecho televisadas, creo que fue durante la tercera guerra mundial, se habían hecho mucho más frecuentes y lideraban los rankings de audiencia.
De hecho una de las batallas de la segunda guerra natural, en la que yo participé es el programa más visto de la historia, en aquella batalla gané mi segunda medalla. No me enseñaron bien a leer, pero creo que la medalla dice "A aquellos que nos hicieron ser lideres de audiencia".
Esta segunda guerra tenía las mismas razones que la primera, pero de nuevo los bandos habían cambiado, era totalmente absurdo, fue en aquel momento cuando decidí que no volvería a interesarme por quien era el enemigo. No sé como empezó, un mal día me dijeron que volvía al frente que la guerra había vuelto a comenzar, eso fue todo.
Recuerdo que en las guerras acaecidas hace años, cuando yo era muy niño, había artefactos voladores que se utilizaban en la guerra, semejantes a los aviones, o incluso los propios aviones, barcos guerreros y vehículos especializados para la lucha en tierra. Una vez vi uno de estos vehículos en funcionamiento, era como si una gigantesca roca se moviese por el campo de batalla torpemente, sólo que las rocas no te disparan. Ahora ya no queda nada de eso, o al menos muy poco, todo ha ido poco a poco siendo destruido guerra tras guerra. Continuamente los bandos amenazan con sacar alguna de estas armas que dicen mantener ocultas, pero en la mayoría de los casos, se trata de un farol, sin embargo, cuando se han utilizado algunas de estas armas la zona ha quedado inhabitable. La mayor parte de la lucha es cara a cara, entre los soldados, aferrados a sus armas, muchos de ellas reliquias del pasado y casi inútiles, yo tenía suerte de contar con un buen arma que debía vigilar que no me robaran.
Poco a poco según se iban agotando las municiones nos veíamos cada vez más cerca de tener que luchar con nuestras propias manos o con armas rudimentarias, pero la guerra debe continuar para... Bueno no lo sé. Yo no he recibido educación, pero seguro que alguna razón debe haber.
Debe de parecer que me quejo por todo, pero me siento agobiado por tanta guerra, no sé casi ni quien soy, ni donde vivo ni por qué, sólo sé que soy uno más de los veteranos de las guerras a los que han llamado nuevamente para otra más, después de un periodo corto de paz entre la segunda y la tercera guerra natural, y aquí estoy otra vez más jugando con la muerte.
La guerra es mi vida, siempre lo ha sido y no sabría vivir de otra forma, lo acepto, he aprendido a vivir con ello y no espero más que una muerte rápida cuando llegue el momento.
Por fin a lo lejos vi como empezaban a aparecer los uniformes amarillos del enemigo, por fin un poco de acción. Me dispuse a empezar la batalla y dar mis primeras ordenes, porque por primera vez tenía soldados a mi cargo. Con un poco de suerte ese sería mi último día de vida, a menudo rezaba por ello, y es que ya había vivido demasiadas cosas durante demasiado tiempo, a mis trece años era de los más veteranos que había en aquel campo de batalla.

 

Rogelio Pleba