LA HOJA
La hoja sobrevuela el camping, no sabe quien es su padre, ni
su madre y no le importa. No sabe que es aquello de allí abajo,
que son esos seres, esos vehiculos, esas casas. No quiere
saberlo.
La hoja no entiende de razas, de culturas o religiones, no sabe
si aquel que escancia sidra junto a la bandera azul con algo
amarillo en el centro, tiene algo que ver o conoce a los que al
lado conducen un coche con matricula de Vitoria.
Claro que la hoja no sabe qué es una bandera, la sidra o dónde
está Vitoria... y no le importa.
¿Por qué vuela? ¿quién la empuja? No se lo plantea, es así y
ya está.
Mira a los humanos, tan atareados, corre hacia aquí, corre hacia
allí, mira el reloj, llegas tarde, no llego a fin de mes, bajan
las acciones, sube la vida....
....y el silencio....
La hoja sólo entiende el silencio.
Que bonito, aquellos dos hablando mientras hacen grandes
aspavientos como si quisieran llegar a tocarse. Que bonito
aquellos dos enamorados que se pasan los platos uno a otro
jugando, casi como si quisieran golpearse en la cara uno a
otro....
.... que bonito....
La hoja desearía ser un humano, si supiera que es un humano y
pudiera desear.
Pero ¿qué importa? Poco importa si el asturiano y los vascos no
se han dirigido la palabra, si aquellos dos se peleaban o si la
pareja de enamorados se tiraban los trastos a la cabeza, porque
para la hoja sólo importa el ahora. El momento de esplendor, del
vuelo hacia la libertad, desde el árbol que la oprimió desde su
nacimiento. No importa si el momento dura una hora, un día o una
semana, lo disfruta porque es su momento y se acabará pronto y
cuando lo haga, yacerá en el suelo, pudriendose poco a poco
hasta que nadie recuerde que un día existió.
El ser humano seguirá ahí todavía, fustrado, sintiendose
impotente ante el mundo que él mismo ha creado, con sus
problemas, sus idas y venidas, ignorándose unos a otros. Pero
todo esto la hoja no puede saberlo.
La hoja no tiene inteligencia..... pero no le hace falta... es
feliz, aunque ni lo sabe ni le importa.
Rogelio Pleba