Están llorando los ángeles.
¿La razón? La ignoro.
Quizás lloren porque ya nadie cree en ellos, o por todos los
males del mundo, o por aquellos, que tras las cortinas se asoman
timidamente a la calle buscando algo que llene sus vidas.
Puede que sólo sean masas nubosas chocando entre si.
O puede que el cielo llore por los que no verán el día de
mañana, por cada metro de tierra que el hombre araña en su
afán de llevar la "civilización" un poco más lejos,
por los desposeidos, por los que no tienen pan, agua, casa u
hogar, por quien sufre en silencio el odio oculto del ser amado o
por los que son incapaces de encontrar en su corazón una razón
para sonreir a los demás.
Debajo las sombras se mojan, sombras de una vida cercana, que en
la galería lucen inmaculadas, aparentemente inalterables,
sombras que odian mojarse porque les recuerda que no son
perfectas.
Tal vez incluso alguna lágrima de estas sombras se una a las que
llegan de arriba, tal vez alguien se encuentra más a gusto
cuando sus lágrimas son compartidas, cuando siente que alguien
comparte sus penas, aunque ese alguien sea tan etereo como una
ráfaga de aire frío.
Y los solitarios se sienten más sólos, más tristes si cabe,
porque alguien llora y no son ellos, porque alguien a quien no
pueden ver necesita consuelo y no pueden dárselo, porque un
corazón necesita un amigo en alguna parte, allá arriba.
Si el sol cierra su ojo tras un párpado de nubes y miles de
lágrimas empiezan a resbalar pos sus mejillas cayendo al suelo
descuidadamente, sin pañuelo u hombro que las recoja, miles de
lágrimas no saladas, lágrimas sin resquemor, tal vez sea porque
no son lágrimas de tristeza, sino de alegría. Alegría de que
mañana llegará otro día, sin nubarrones, sin tristezas, porque
la lluvia, como las malas epocas, se acaba, en algún momento y
cuando eso ocurre los sentimientos son más alegres si es
posible, precisamente porque suceden en el tiempo a otros más
tristes.
Rogelio Pleba